Mientras afrontamos múltiples crisis –la pandemia de Covid, las catástrofes ambientales, las guerras y los conflictos, los abusos individuales e institucionales– a menudo no nos damos cuenta de las pequeñas iniciativas, las semillas de mostaza de cambio que están creciendo entre nosotros. Estos signos de novedad suelen comenzar en lugares inesperados y difíciles. Catholic Care for Children es una de esas semillas de cambio que está contribuyendo mucho a medida que se va desarrollando y expandiendo en África y en otros continentes. Desde sus pequeños comienzos en África, las religiosas católicas están experimentando un importante impacto en el sector de la reforma del cuidado al ofrecer la ayuda adecuada que garantiza que los niños tengan oportunidades de crecer en familias, o en entornos familiares, seguros y acogedores.
Animadas por el Evangelio, las religiosas católicas durante siglos han cuidado a los niños y adultos vulnerables. Por múltiples razones, a menudo la falta de apoyo y/o recursos familiares, los niños y otras personas vulnerables han sido trasladados a instituciones por miembros de la familia y por funcionarios del gobierno y de la Iglesia. Esta práctica comenzó en una época en que el servicio que desempeñaban las religiosas católicas se limitaba en su mayor parte dentro de las instituciones. En ese tiempo, las hermanas seguían un estilo de vida monástico con apenas contacto con la vida fuera del convento.
Estas instituciones estaban adscritas a conventos donde la vida era frugal y los recursos solían ser mínimos. Las religiosas se vieron obligadas a arreglárselas lo mejor que pudieron sin el apoyo de los sistemas de bienestar social y las políticas gubernamentales. Pocas religiosas tenían la educación y la formación necesarias para tratar con los jóvenes que residían en sus instituciones. En algunos casos, esta asistencia dejaba mucho que desear, ya que reflejaba las costumbres de la época, en la cual se pensaba que los niños no tenían derechos, y en la que la disciplina se imponía de manera muy rigurosa. Nos sentimos avergonzados al conocer los diversos tipos de abusos que sufrieron los niños en algunas instituciones. Al mismo tiempo, también debemos reconocer la calidez y el cuidado ofrecido con cariño por tantas hermanas y personal laico que realizaron su servicio en entornos institucionales, gracias a lo cual hemos llegado a comprender que un niño necesita el cuidado de una familia, cuidado que no se puede encontrar en una institución, por muy buena que sea dicha institución.
Hoy en día, muchas hermanas ven los errores de los sistemas que favorecen el cuidado en instituciones. Sin tener en cuenta el cariño y apoyo que un niño pueda recibir en una institución, este no sustituye a una familia o a un sistema de apoyo similar al de una familia. El Papa Francisco habla continuamente de la dignidad de la persona humana y de la dignidad de cada niño. Habla de la necesidad de promover una cultura del cuidado que priorice la dignidad humana en todos los niveles de la sociedad. Nos recuerda que “es importante promover ‘una cultura de los rostros«, que pone en el centro la dignidad de la persona, el respeto por su historia, especialmente, por la de las personas heridas y marginadas. Cuán cierto es esto para muchos niños y sus familias. Nos dice el Papa, “ninguna familia cae del cielo perfectamente formada…” Las familias necesitan acompañamiento y apoyo para sostener el amor y el cuidado.
Estas palabras del Papa Francisco aluden al trabajo de Catholic Care for Children, un movimiento dirigido por religiosas que garantiza una familia para cada niño. Iniciado en Zambia, Uganda y Kenia y ahora promovido por la Unión Internacional de Superiores Generales (UISG) a nivel internacional, Catholic Care for Children International (CCCI) plantea, en primer lugar, la importancia de educar a los miembros de las congregaciones religiosas y seguidamente al público en general para poder leer los signos de los tiempos sobre la necesidad de una reforma del cuidado. El segundo paso que debe darse implica traspasar el cuidado de los niños y personas vulnerables centrado en las instituciones al cuidado centrado en la familia y la comunidad. Esto ofrece a las religiosas de todo el mundo una oportunidad para reflexionar sobre su práctica en el sector del cuidado, especialmente a los institutos que sirven en residencias de ancianos.
CCCI se acerca a otras religiosas y a sus colaboradores en países de África, Asia y América Latina animada por el imperativo evangélico de cuidar a los vulnerables y por los principios de la Enseñanza social de la Iglesia católica que enfatizan la dignidad humana, formada en las ciencias sociales sobre lo que más beneficia a la salud de los niños y las familias, y consciente de los marcos legales nuevos que están surgiendo y que favorecen el cuidado de los niños en familia. CCCI se inspira en el liderazgo valiente y las mejores prácticas de las religiosas y sus colaboradores en África.
Situar a los niños y sus familias en el centro de nuestro cuidado significa que las iniciativas pastorales deben centrarse en fortalecer y proteger a la familia para que ninguna familia se vea obligada a trasladar a su hijo a una institución debido a la pobreza. Garantiza que, en situaciones de necesidad grave o inmediata, un niño sea emplazado en un entorno institucional por el menor tiempo posible. Esta es la responsabilidad de la comisión de paz doméstica y social: shalom(paz) que asegura la plenitud de vida para cada persona y para todos. Esta palabra hebrea, que significa ilesa y segura, íntegra y sana, transmite la visión que en el movimiento CCCI deseamos para cada niño bajo nuestro cuidado y protección. Que cada uno de nosotros tome las medidas necesarias para fortalecer y ofrecer el apoyo que las familias, en sentido amplio, necesitan para poder ofrecer el entorno de desarrollo esencial para cada niño en su medio.
Este artículo es el prólogo de la publicación “Una familia para cada niño”. Lea la publicación completa clicando aquí.