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UISG Catholic Care for Children International
Posted on septiembre 16, 2022

Todo niño merece una familia acogedora

Sister Paula Jordão, FMVD
Formation Programs Coordinator, International Union of Superiors General

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Mirando a los niños a través de los ojos de Dios
Conclusion 

Mirando a los niños a través de los ojos de Dios

La necesidad de cuidar a los más vulnerables

Dios manifiesta preferencia por los más vulnerables y los más pequeños. Lo podemos ver a lo largo de la Biblia y especialmente en muchas palabras y gestos de Jesús. Él se identifica con los necesitados y nos pide que los cuidemos con gozosa generosidad. Amando primero a los que Dios ama, lo acogemos a Él mismo en nuestra vida (cf. Mt 25, 34-40). Esta tarea es inaplazable si queremos servir con gratitud al Señor, agradeciéndole todo lo que ha hecho por nosotros (cf. Salmo 116,12), dejando que nuestra vida se transforme en el amor: “Amemos, pues, porque él nos amó primero” (1 Jn 4,19). La enseñanza social de la Iglesia católica también nos sitúa en este camino, diciéndonos, en uno de sus principios, que debemos cuidar de los miembros más pobres y desvalidos de la sociedad.

Marcos 9,34-37 y Marcos 10,13-16 son dos pasajes importantes que difunden una luz intensa sobre esta realidad. Estos dos textos se sitúan en el camino de Jesús hacia Jerusalén y contienen innumerable sabiduría. Aquí, solo escribiremos algunas ideas sobre cómo Jesús transforma la visión de su cultura en relación con los niños y destaca su invitación a servir a estos pequeños de una manera nueva y radical.

Jesús abraza y bendice a los niños

En una sociedad que no valoraba a los niños, ambos pasajes muestran a Jesús abrazándolos y mostrando cómo los niños están en el centro de atención de Dios. Por el contrario, el comportamiento de los discípulos que reprenden a los que llevaban niños a Jesús indica que estos pequeños no eran lo suficientemente importantes para centrar la atención del Maestro (cf. Mc 10,13). Los discípulos, que reflejan la opinión pública común, pensaban que los niños ocupaban la parte inferior de la escala social, sin voz, ignorados y marginados en el ámbito social. Pero como de costumbre, para su sorpresa, Jesús los conmovió con sus palabras inesperadas y sus gestos trascendentales: “Dejad a los niños que vengan a mí; no se lo impidáis” y “tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.” (Mc 10,14 y 16).

Jesús quiere que los niños vengan a él, y no permite que nadie lo impida; desea abrazarlos, imponerles las manos y bendecirlos. Es importante destacar que en el evangelio de Marcos Jesús sólo bendice a los niños. Este hecho revela cuán especiales son los niños en el corazón de Dios: son los herederos extraordinarios del Reino (cf. Mc 10,14). Además, se nos dice que cuando acogemos a un niño, estamos acogiendo al mismo Jesús y al que lo ha enviado: el Padre (cf. Mc 9,37). 

La palabra “bienvenido” se repite cinco veces en estos versículos. “Dar la bienvenida- Acoger” significa ser hospitalario, hacer que la persona se sienta a gusto, recibir, dar acogida, cuidar, comprometerse. Así que no podemos dejar de subrayar cuán central e innegable, es en la enseñanza de Jesús, la hospitalidad hacia los niños. Acoger a los niños y recibirlos es acoger y recibir el Reino. Ambas realidades están vinculadas y no se pueden separar. Si recordamos la parábola del tesoro escondido y hallado, podemos decir que los niños son el tesoro que viene junto con el campo del Reino de Dios (cf. Mt 13,4): “Herencia del Señor son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas» (Salmo 127,3). Son el tesoro de Dios confiado por Jesús a los discípulos y a nosotros, que estamos llamados a servir a los pequeños con amoroso cuidado. (cf. Mc 9,35).

De estos pasajes y de muchos otros (cf. Mc 5,21-24.35-43; 7,24-30; 9,14-29), podemos afirmar innegablemente que Jesús es amigo de los niños. Los sitúa en medio de la escena de la vida cotidiana porque nunca pueden ser olvidados o dejados de lado.

Oración y reflexión

  • Leer Mateo 25,34-40, Marcos 9,34-37 y Marcos 10,13-16, rezar intensamente pidiendo a Dios mirar a los niños a través de sus ojos.
  • ¿Cómo invita Dios a mirar a los niños? 

El amor de la familia expresa el cuidado de Dios 

A lo largo de las Escrituras, Dios manifiesta el amor a su pueblo y a cada persona a través de lazos de amor humanos. En concreto, son muchas las invitaciones a contemplar el rostro de Dios en las expresiones de las relaciones paternas y familiares. 

En Deuteronomio 1,31, se retrata a Dios como alguien que lleva un niño. En el pasaje de Oseas 11,1-4, se dibuja a Dios con los rasgos de un padre que enseña a su hijo a caminar, lo sostiene por el brazo, lo alza con amor y se inclina para alimentarlo. Dios cuida a sus hijos con vínculos humanos de amor.

Las palabras de Isaías 49,15 dan testimonio del hecho de que Dios nos ama a cada uno de nosotros incluso más de lo que una madre puede amar a su hijo. En el hermoso Salmo 103,13 leemos: “Con la ternura que un padre trata a sus hijos, así trata el Señor a los que le temen”.

El amor humano, y especialmente el amor de la familia, no sólo es un símbolo de Dios, sino también la forma más extraordinaria que Dios elige para extender su amor a cada persona: “Dios hace habitar en familia a los desamparados” (Salmo 68, 6). Por eso, para que todos los niños sean abrazados por el amor verdadero, necesitamos fomentarlo en todas sus formas. Principalmente y de forma general, se debe poner énfasis en promover, recrear, potenciar y nutrir el amor de la familia, donde cada niño pueda tomar conciencia del maravilloso cuidado con el que hemos sido creados y alcanzar su pleno desarrollo: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.» (1 Jn 3,1).

Oración y reflexión 

  • Recordar y revisar la propia experiencia del amor de Dios a través de la experiencia del amor humano y familiar.

La Enseñanza Social de la Iglesia Católica y su relevancia para el cuidado de los niños y las personas vulnerables 

La enseñanza social de la Iglesia católica es un elemento central y esencial de nuestra fe. Sus raíces se encuentran en los profetas de la Biblia, quienes anunciaron el amor especial de Dios por los pobres y llamaron al pueblo de Dios a una alianza de amor y justicia. Es una enseñanza fundada en la vida y las palabras de Jesucristo, que vino “para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos…» (Lc 4, 18-19) y que se identificó con “el más pequeño de estos”, el hambriento y el forastero (cf. Mt 25,44-45). La enseñanza social de la Iglesia católica se fundamenta en un compromiso con los pobres. 

La enseñanza social de la Iglesia católica se basa en nuestra comprensión de la vida y la dignidad humana y es inseparable de ella. Todo ser humano es creado a imagen de Dios y redimido por Jesucristo y, por lo tanto, de valor inestimable y digno de respeto como miembro de la familia humana.

Toda persona, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, tiene una dignidad inherente y un derecho a la vida acorde con esa dignidad.

Nuestra tradición proclama que la persona no sólo es sagrada sino también social. La forma en que organizamos la sociedad y las relaciones afecta la dignidad humana y la capacidad de cada persona para crecer en comunidad. La familia es la institución social central y debe ser apoyada y fortalecida, no minada. La tradición católica enseña que el ser humano crece y se realiza plenamente en comunidad. Creemos que los niños tienen derechos; tienen derecho a una familia y a participar en la sociedad.

Oración y reflexión 

  • ¿Qué inquieta su corazón?
  • ¿Cómo valora usted y cómo valora su congregación religiosa la enseñanza social de la Iglesia católica y cómo la tiene en cuenta en el servicio del cuidado de los niños?

Todo niño merece una familia acogedora 

La familia: su papel insustituible y sus desafíos

Ya desde las primeras páginas de las Escrituras, se nos presenta la realidad de la familia como el marco vital para que los niños crezcan. En las primeras páginas del libro de Génesis, leemos: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra’» (Gn 1,27-28). Desde el principio de la creación, Dios ha situado a los niños en el seno de una familia. Cada niño que viene a este mundo es naturalmente puesto en manos de una madre y un padre. En el deseo de Dios, la familia es el ambiente adecuado para los niños. 

Sin embargo, al mismo tiempo, también desde los primeros capítulos de la Biblia, vemos que la familia se enfrenta a muchos desafíos y es tentada por la maldad humana. La experiencia nos muestra los múltiples factores que pueden hacer que las familias sean inadecuadas para los niños o la lleven a la separación: la muerte de la madre en el parto, los embarazos no deseados, las madres jóvenes que abandonan a sus hijos, los padres con enfermedades mentales, la violencia doméstica, las guerras, la inmigración, la explotación, las enfermedades, la muerte de los padres, el abandono, la pobreza extrema, etc. La familia no puede darse por sentada. Son muchos los esfuerzos y condiciones que deben cumplirse y aprenderse para que la realidad familiar alcance esta identidad: la imagen y semejanza de Dios, lugar verdaderamente acogedor y propicio para el crecimiento de los hijos (cf. Gn 1,27,4:7).

El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) nos dice: “La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación ‘tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse’. El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables.» (CCC 2221). Además, la responsabilidad de la educación de los hijos corresponde ante todo a los padres: Ellos están llamados a cumplir esta misión a través de la creación de un hogar “donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma” (CCC 2223). 

El ámbito familiar es donde los niños pueden crecer hacia su desarrollo completo al ser atendido con cuidado y afecto, aprendiendo a ser amados y a amar, comprendiendo lo que significa ser persona, alcanzando las 14 habilidades que requiere la vida humana, recibiendo sus primeros valores formativos sobre la verdad y el bien, y el aprendizaje de sus derechos y responsabilidades en la sociedad.

La familia es una célula vital de la sociedad y esencial para el crecimiento personal de cada niño. El matrimonio y la familia son las instituciones sociales centrales que deben ser apoyadas y fortalecidas y nunca minadas. Además, la doctrina social de la Iglesia católica afirma que toda persona, y por tanto todo niño, tiene derecho a su propia familia.

Dios se hizo uno de nosotros en una familia 

Cuando Dios se hizo uno de nosotros, compartiendo nuestra vulnerabilidad, eligió también nacer de mujer (cf. Gal 4,4) en el seno de una familia acogedora con una madre y un padre, dentro de una familia más extensa (cf. Mt 1,18-25; Mc 6,3). La presencia de María y José fue fundamental: ofrecieron el espacio seguro y adecuado para que Jesús creciera. Le proporcionaron protección, calor de hogar, relaciones sanas, orientación para la vida, iniciación a la fe judía y todo el entorno que el Niño Dios encarnado necesitaba para crecer en sabiduría y estatura (cf. Lc 2,52).

En todos los aspectos de su existencia, Jesús nos muestra los caminos de Dios para alcanzar una vida en plenitud (cf. Jn 10,10), pues sólo en el misterio del Verbo encarnado se ilumina el misterio de cada ser humano (cf. Gaudium et spes 22). El Hijo de Dios necesitó y eligió una familia en la que encarnarse y madurar plenamente, revelándonos con su propia vida cuán vital es el ambiente de una familia acogedora para que todo hijo crezca en madurez.

Oración y reflexión 

  • ¿Cuán importante es que cada persona pueda experimentar el verdadero amor familiar dentro del contexto bíblico?

Conclusion 

La Biblia y la enseñanza social de la Iglesia católica nos llevan a la innegable conclusión de que los vínculos familiares y parentales constituyen el mejor medio para cuidar a todos los niños y son fundamentales para revelar el cuidado de Dios. Estamos seguros de que cada familia, si es cariñosa, es el entorno más apropiado para que los niños se desarrollen. El cuidado familiar supera al institucional, que sólo debe ser un recurso de corta duración cuando la familia o cualquier otra alternativa familiar no sea posible o adecuada en un momento dado.

Oración y reflexión

  • Después de leer estas líneas, ¿qué le llama la atención?
  • ¿Qué pasos puede tomar en su misión y servicio para ofrecer cuidado familiar a los niños que carecen de él?

Este artículo es de la publicación “Una familia para cada niño”. Lea la publicación completa clicando aquí.

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